Este tipo de cuestiones tienen dos respuestas: una científica (o teórica) y otra práctica. La primer queda mejor que la segunda de cara a la galería. Aunque el que la utiliza, al final, tira una foto de prueba (o varias) a ver si su teoría era correcta y a continuación hace los cambios finales.
Yo te puedo hablar de la opción práctica. Se hace facilmente con un ordenador conectado a la cámara cuando estas en interior. En exteriores se puede hacer con la propia cámara, el histograma o incluso el aviso de altas luces. Consiste en averiguar primero cuanta luz da cada fuente y como afecta a cada parte de la foto. A continuación se suman todas las luces para evaluar el resultado conjunto y por último se hacen los retoque bajando o subiendo las que no nos convencen. Esto último es facil cuando se ha trabajado bien la primera parte, porque se sabe qué hace cada luz y así se puede restar o añadir mas potencia en cada zona en caso que sea necesario.
El ejemplo:
En esta foto, hecha con a toda prisa la semana pasada, se emplearon nueve flashes. Cada uno se encargaba de iluminar una parte distinta del prototipo de la nueva Bultaco Rapitán. Con un fotómetro colgado del cuello podría haber parecido un fotógrafo profesional, pero no habria sido capaz de medir todas las luces y saber qué estaba haciendo cada una. Con un ordenador conectado a la cámara podía ir modelando las formas con la luz. Al sumar todos los flashes podía tener en pantalla una vista ampliada del resultado, algo imprescindible para corregir las zonas de brillos o reforzar las de oscuridades.
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