Buzz
23/12/08, 11:17:49
A mi me a acurrido hace unos días y me a venido al pelo :mmmmm
Los Reyes Magos son verdad
Apenas su padre se había sentado al llegar a casa, su hija Celia se acercó y con voz temblorosa le dijo:
- ¿Papa?
- Sí, hija, cuéntame.
- Oye, quiero... que me digas la verdad
- Claro, hija. Siempre te la digo -respondió el padre un poco sorprendido.
- Es que...
- Dime, hija, dime.
- Papá, ¿existen los Reyes Magos?
El padre de Celia se quedó mudo, miró a su hija intentando descubrir el origen de aquella pregunta, pero sólo pudo ver un rostro con la mirada fija en él.
- Las niñas dicen que son los padres. ¿Es verdad?
La nueva pregunta de Celia le obligó a tragar saliva le dijo:
- ¿Y tú qué crees, hija?
- Yo no se, papá: que sí y que no. Por un lado me parece que sí que existen porque tú no me engañas nunca pero, como las niñas dicen eso…
- Mira, hija, efectivamente son los padres los que ponen los regalos pero...
- ¿Entonces es verdad? -cortó la niña con los ojos humedecidos-. ¡Me has engañado!
- No, mira, nunca te he engañado porque los Reyes Magos sí que existen -respondió el padre cogiendo con sus dos manos las manos de Celia.
- Entonces no lo entiendo papá.
- Siéntate, hija y escucha esta historia que te voy a contar porque ya ha llegado la hora de que puedas comprenderla -dijo el padre, mientras señalaba con la mano el asiento a su lado.
Celia se sentó junto a su padre ansiosa de escuchar aquella historia que le sacara de dudas.
- Cuando el Niño Dios nació, comenzó a narrar su padre, tres Reyes que venían de Oriente guiados por una gran estrella se acercaron al Portal para adorarle. Le llevaron regalos en prueba de amor y respeto, y el Niño se puso tan contento y parecía tan feliz que el más anciano de los Reyes, Melchor, dijo:
- ¡Es maravilloso ver tan feliz a un niño! Deberíamos llevar regalos a todos los niños del mundo y ver lo felices que serían.
- ¡Oh, sí! -exclamó Gaspar-. Es una buena idea, pero es muy difícil de hacer. No seremos capaces de poder llevar regalos a tantos millones de niños como hay en el mundo.
Baltasar, el tercero de los Reyes, que estaba escuchando a sus dos compañeros con cara de alegría, comentó:
- Es verdad que sería fantástico, pero Gaspar tiene razón y, aunque somos magos, ya somos ancianos y nos resultaría muy difícil poder recorrer el mundo entero entregando regalos a todos los niños, sin embargo, sería tan bonito…
Los tres Reyes se pusieron muy tristes al pensar que no podrían realizar su deseo.
Y el Niño Jesús, que desde el pesebre les había escuchado muy atento escucharles muy atento, sonrió y la voz de Dios se escuchó en el Portal:
- Sois muy buenos, queridos Reyes Magos, y os agradezco vuestros regalos.
Voy a ayudaros a realizar vuestro hermoso deseo. Decidme: ¿qué necesitáis para poder llevar regalos a todos los niños?
- ¡Oh, Señor! -dijeron los tres Reyes postrándose de rodillas. Necesitaríamos millones y millones de pajes, casi uno para cada niño que pudieran llevar al mismo tiempo a cada casa nuestros regalos, pero no podemos tener tantos pajes, no existen tantos.
- No os preocupéis por eso -dijo Dios-. Yo os voy a dar, no uno sino dos pajes para cada niño que hay en el mundo.
- ¡Sería fantástico! Pero, ¿cómo es posible? -dijeron a la vez los tres Reyes Magos con cara de sorpresa y admiración.
- Decidme, ¿no es verdad que los pajes que os gustaría tener deben querer mucho a los niños? -preguntó Dios.
- Sí, claro, eso es fundamental - asistieron los tres Reyes.
- Y, ¿verdad que esos pajes deberían conocer muy bien los deseos de los niños?
- Sí, sí. Eso es lo que exigiríamos a un paje -respondieron cada vez más entusiasmados los tres.
- Pues decidme, queridos Reyes: ¿hay alguien que quiera más a los niños y los conozca mejor que sus propios padres?
Los tres Reyes se miraron asintiendo y empezando a comprender lo que Dios estaba planeando, cuando la voz de nuevo se volvió a oír:
- Puesto que así lo habéis querido y para que en nombre de los Tres Reyes Magos de Oriente todos los niños del mundo reciban regalos, por Navidad, conmemorando este día, todos los padres se convertirán en vuestros pajes, para que así y que en vuestro nombre, y de vuestra parte regalen a sus hijos los regalos que deseen. También quiero que, mientras los niños sean pequeños, la entrega de regalos se haga como si la hicieran los propios Reyes Magos. Pero cuando los niños sean suficientemente mayores para entender esto, los padres les contarán esta historia y a partir de entonces, en todas las Navidades, los niños harán también regalos a sus padres en prueba de cariño. Y, alrededor del Belén, recordarán que gracias a los Tres Reyes Magos todos son más felices.
Cuando el padre de Celia hubo terminado de contar esta historia, la niña se levantó y dando un beso a su padre dijo:
- Ahora sí que lo entiendo todo papá. Y estoy muy contenta de saber que me queréis y que no me habéis engañado.
Y se abrazaron mientras, desde el Cielo, tres Reyes Magos contemplaban la escena satisfechos.
Feliz Navidad.
Los Reyes Magos son verdad
Apenas su padre se había sentado al llegar a casa, su hija Celia se acercó y con voz temblorosa le dijo:
- ¿Papa?
- Sí, hija, cuéntame.
- Oye, quiero... que me digas la verdad
- Claro, hija. Siempre te la digo -respondió el padre un poco sorprendido.
- Es que...
- Dime, hija, dime.
- Papá, ¿existen los Reyes Magos?
El padre de Celia se quedó mudo, miró a su hija intentando descubrir el origen de aquella pregunta, pero sólo pudo ver un rostro con la mirada fija en él.
- Las niñas dicen que son los padres. ¿Es verdad?
La nueva pregunta de Celia le obligó a tragar saliva le dijo:
- ¿Y tú qué crees, hija?
- Yo no se, papá: que sí y que no. Por un lado me parece que sí que existen porque tú no me engañas nunca pero, como las niñas dicen eso…
- Mira, hija, efectivamente son los padres los que ponen los regalos pero...
- ¿Entonces es verdad? -cortó la niña con los ojos humedecidos-. ¡Me has engañado!
- No, mira, nunca te he engañado porque los Reyes Magos sí que existen -respondió el padre cogiendo con sus dos manos las manos de Celia.
- Entonces no lo entiendo papá.
- Siéntate, hija y escucha esta historia que te voy a contar porque ya ha llegado la hora de que puedas comprenderla -dijo el padre, mientras señalaba con la mano el asiento a su lado.
Celia se sentó junto a su padre ansiosa de escuchar aquella historia que le sacara de dudas.
- Cuando el Niño Dios nació, comenzó a narrar su padre, tres Reyes que venían de Oriente guiados por una gran estrella se acercaron al Portal para adorarle. Le llevaron regalos en prueba de amor y respeto, y el Niño se puso tan contento y parecía tan feliz que el más anciano de los Reyes, Melchor, dijo:
- ¡Es maravilloso ver tan feliz a un niño! Deberíamos llevar regalos a todos los niños del mundo y ver lo felices que serían.
- ¡Oh, sí! -exclamó Gaspar-. Es una buena idea, pero es muy difícil de hacer. No seremos capaces de poder llevar regalos a tantos millones de niños como hay en el mundo.
Baltasar, el tercero de los Reyes, que estaba escuchando a sus dos compañeros con cara de alegría, comentó:
- Es verdad que sería fantástico, pero Gaspar tiene razón y, aunque somos magos, ya somos ancianos y nos resultaría muy difícil poder recorrer el mundo entero entregando regalos a todos los niños, sin embargo, sería tan bonito…
Los tres Reyes se pusieron muy tristes al pensar que no podrían realizar su deseo.
Y el Niño Jesús, que desde el pesebre les había escuchado muy atento escucharles muy atento, sonrió y la voz de Dios se escuchó en el Portal:
- Sois muy buenos, queridos Reyes Magos, y os agradezco vuestros regalos.
Voy a ayudaros a realizar vuestro hermoso deseo. Decidme: ¿qué necesitáis para poder llevar regalos a todos los niños?
- ¡Oh, Señor! -dijeron los tres Reyes postrándose de rodillas. Necesitaríamos millones y millones de pajes, casi uno para cada niño que pudieran llevar al mismo tiempo a cada casa nuestros regalos, pero no podemos tener tantos pajes, no existen tantos.
- No os preocupéis por eso -dijo Dios-. Yo os voy a dar, no uno sino dos pajes para cada niño que hay en el mundo.
- ¡Sería fantástico! Pero, ¿cómo es posible? -dijeron a la vez los tres Reyes Magos con cara de sorpresa y admiración.
- Decidme, ¿no es verdad que los pajes que os gustaría tener deben querer mucho a los niños? -preguntó Dios.
- Sí, claro, eso es fundamental - asistieron los tres Reyes.
- Y, ¿verdad que esos pajes deberían conocer muy bien los deseos de los niños?
- Sí, sí. Eso es lo que exigiríamos a un paje -respondieron cada vez más entusiasmados los tres.
- Pues decidme, queridos Reyes: ¿hay alguien que quiera más a los niños y los conozca mejor que sus propios padres?
Los tres Reyes se miraron asintiendo y empezando a comprender lo que Dios estaba planeando, cuando la voz de nuevo se volvió a oír:
- Puesto que así lo habéis querido y para que en nombre de los Tres Reyes Magos de Oriente todos los niños del mundo reciban regalos, por Navidad, conmemorando este día, todos los padres se convertirán en vuestros pajes, para que así y que en vuestro nombre, y de vuestra parte regalen a sus hijos los regalos que deseen. También quiero que, mientras los niños sean pequeños, la entrega de regalos se haga como si la hicieran los propios Reyes Magos. Pero cuando los niños sean suficientemente mayores para entender esto, los padres les contarán esta historia y a partir de entonces, en todas las Navidades, los niños harán también regalos a sus padres en prueba de cariño. Y, alrededor del Belén, recordarán que gracias a los Tres Reyes Magos todos son más felices.
Cuando el padre de Celia hubo terminado de contar esta historia, la niña se levantó y dando un beso a su padre dijo:
- Ahora sí que lo entiendo todo papá. Y estoy muy contenta de saber que me queréis y que no me habéis engañado.
Y se abrazaron mientras, desde el Cielo, tres Reyes Magos contemplaban la escena satisfechos.
Feliz Navidad.