Nividhia
16/07/16, 13:33:31
Tenia pendiente contaros esto, ahora que ya pertenece al pasado, creo que es buen momento para recordarlo con una sonrisa en la cara. Al final teneis unos links de facebook para saber mas, aunque los links mas diver los han borrado :(
Un correo electrónico me informaba de que la organización del salón Expomanga daba luz verde a mi acreditación como periodista y ya podía cubrir la feria por encargo de una agencia de noticias. Lo de siempre.
Acudí a Expomanga con ganas: era un trabajo algo diferente a lo que hago a diario. Después de tantas semanas de citas políticas, poder fotografiar algo colorido sería lo más parecido a un descanso que iba a tener. De modo que me dije: "Vamos a montar unas luces para hacer unos posados medio decentes." Porque, seamos sinceros, esas fotos que normalmente hacemos en ferias, con fondos de pena, luces aún peores y pocas ganas no es que sean lo mejor de nuestro trabajo.
Así transcurrió mi fin de semana, en un rinconcito con un estudio de batalla para salvar la papeleta y unas cuantas fotos de ambiente como hemos hecho toda la vida. Vaya, que no estuvo mal, pero ganar el World Press Photo con esa cobertura quedaba descartado. Como soy idiota -ahora lo sé-, envié a algunos de los fotografiados los enlaces con las fotos colgadas en la web de la agencia. Algunos me dieron las gracias, otros no me dijeron nada.
Sin embargo, un día después, a la noche, recibo un mensaje de una joven con un visible enfado, quejándose de que estoy vendiendo las fotos que le hice. Le explico que no es así, que las fotos están en la web de la agencia para que los medios de comunicación se hagan con ellas y que, como es normal, esta agencia esas fotos no las regala. Esta persona no queda contenta con mi explicación y me asegura que hay mucha gente molesta conmigo. Recibo algún comentario más, pero tras tratar de ofrecer la misma explicación sin mucho éxito desisto de darle importancia.
A la mañana siguiente empiezo a recibir múltiples notificaciones en mis cuentas de redes sociales. También recibo mensajes. Me acusan de estar vendiendo las fotos para lucrarme, de ser un ladrón, de haber engañado a la gente para que posase y mil cosas más. Trato de contestar, pero la cosa empieza a salirse de madre, y a media mañana decido empezar a silenciar menciones y olvidarme del tema. Me amenazan con denuncias por vulnerar sus derechos de imagen y les invito a que si consideran que tienen razón, me denuncien.
Y a partir de ahí se desata la tormenta. El colectivo de cosplayers -que son esas personas que se visten imitando a personajes de cine, cómics y videojuegos- me declara la guerra. Aseguran que estoy haciendo un uso comercial de las fotos, que mi agencia no es un medio de comunicación, que la Agencia EFE -que también cubrió la feria- no vende sus fotos y que la feria no era un evento público.
Toman fotos de mi cara colgadas en mis redes sociales y empiezan a distribuirlas para que nadie acepte que le haga una foto. Aseguran que diversas ferias han acordado denegarme la acreditación como periodista y que la organización de Expomanga ya me ha denunciado.
La bola crece hasta el punto de que hay personas que aseguran haberme visto en ferias a las que no fui, que ya he tenido el mismo problema en otros eventos similares, que estoy vetado en otras ferias o que llevo quince años vendiendo fotos de cosplayers “para lucrarme”. Niegan la mayor y dicen que mi agencia no es un medio de comunicación sino un banco de imágenes, y que si no borro las fotos es porque no quiero. Por más que les insisto que, aunque quisiera, yo no puedo borrar una foto subida a la línea de la agencia, nadie me quiere creer.
Apenas tres o cuatro personas se ponen en contacto conmigo para conocer mi versión, y de esas solo una dice entenderme y me pide disculpas por lo que estoy pasando. El resto prosigue con esperpentos.
Que si no soy periodista, que si las fotos no las hago con fines periodísticos, que sacar a la gente comiendo no es periodismo, que si tenía que haber avisado -cosa que hice a todo aquel que preguntó-, que si una noticia a los seis meses ya no es noticia… De repente para todo el mundo está clarísimo todo y debería tener ya como un centenar de denuncias.
Finalmente los que han ido a denunciar reciben una negativa: aquello que he hecho es mi trabajo y es legal. No les gusta esa respuesta, y empiezan las amenazas: “Le voy a estampar la cámara en esa sonrisa”, “comprad un hacha y la próxima vez ya sabéis”, “¿alguien quiere contratarme para matarlo?” Como dijo un compañero, tendré cuidado, no sea que quieran lincharme con sus espadas de papel maché.
Dicen que se me va a caer el pelo -el poco que tengo- en la próxima feria a la que vaya. Pero, ¿alguien cree de verdad que hay dinero en el mundo para que yo vaya a cubrir otra de estas ferias? ¿De verdad pensáis que algún compañero va a acudir a una de estas ferias?
Para colmo, más de una semana después me llama una persona que dice ser de la organización, pero a pesar de ello no sabe qué agencia me acredita, no sabe cómo funciona el periodismo, no sabe nada. Pero una cosa sí sabe: que la gente afirma que estoy vendiendo las fotos a título personal.
Finalmente, como no podía ser de otra forma, no pasó nada. Recibí únicamente un correo electrónico de un despacho de abogados en el que pedía -con un folio escaneado- que borrase las fotos o me iba a enterar.
En fin... una demostración mas de como se puede linchar a alguien en redes sociales. Por suerte para mi el colectivo cosplayer es limitado y la cosa no pasó a mayores, pero resultó alucinante como la cosa se empezó a agigantar y autoalimentarse, creando su propio ecosistema. Habia un hilo muy interesante en el que una chica decía que no me iban a dejar entrar en mas ferias, de ahí salió otro comentario diciendo que el estaba trabajando para que me banearan de una feria de Jerez (creo) y al poco otro salió diciendo que el año pasado en Jerez (creo) estaba baneado porque el año anterior la había liado. También hubo otra chica que dijo que yo le había hecho fotos a una amiga suya en mi estudio (ojala tuviera) y que cuando le pedí hacer fotos en lencería y ella se negó o eche del estudio a la chica (flipante). Y así hasta el infinito. En fin... que mucho cuidado ahí fuera.
https://www.facebook.com/groups/605317562878440/permalink/1054055241338001/
https://www.facebook.com/PabloLorenzoAstron.Sama/posts/10204562210133757
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Un correo electrónico me informaba de que la organización del salón Expomanga daba luz verde a mi acreditación como periodista y ya podía cubrir la feria por encargo de una agencia de noticias. Lo de siempre.
Acudí a Expomanga con ganas: era un trabajo algo diferente a lo que hago a diario. Después de tantas semanas de citas políticas, poder fotografiar algo colorido sería lo más parecido a un descanso que iba a tener. De modo que me dije: "Vamos a montar unas luces para hacer unos posados medio decentes." Porque, seamos sinceros, esas fotos que normalmente hacemos en ferias, con fondos de pena, luces aún peores y pocas ganas no es que sean lo mejor de nuestro trabajo.
Así transcurrió mi fin de semana, en un rinconcito con un estudio de batalla para salvar la papeleta y unas cuantas fotos de ambiente como hemos hecho toda la vida. Vaya, que no estuvo mal, pero ganar el World Press Photo con esa cobertura quedaba descartado. Como soy idiota -ahora lo sé-, envié a algunos de los fotografiados los enlaces con las fotos colgadas en la web de la agencia. Algunos me dieron las gracias, otros no me dijeron nada.
Sin embargo, un día después, a la noche, recibo un mensaje de una joven con un visible enfado, quejándose de que estoy vendiendo las fotos que le hice. Le explico que no es así, que las fotos están en la web de la agencia para que los medios de comunicación se hagan con ellas y que, como es normal, esta agencia esas fotos no las regala. Esta persona no queda contenta con mi explicación y me asegura que hay mucha gente molesta conmigo. Recibo algún comentario más, pero tras tratar de ofrecer la misma explicación sin mucho éxito desisto de darle importancia.
A la mañana siguiente empiezo a recibir múltiples notificaciones en mis cuentas de redes sociales. También recibo mensajes. Me acusan de estar vendiendo las fotos para lucrarme, de ser un ladrón, de haber engañado a la gente para que posase y mil cosas más. Trato de contestar, pero la cosa empieza a salirse de madre, y a media mañana decido empezar a silenciar menciones y olvidarme del tema. Me amenazan con denuncias por vulnerar sus derechos de imagen y les invito a que si consideran que tienen razón, me denuncien.
Y a partir de ahí se desata la tormenta. El colectivo de cosplayers -que son esas personas que se visten imitando a personajes de cine, cómics y videojuegos- me declara la guerra. Aseguran que estoy haciendo un uso comercial de las fotos, que mi agencia no es un medio de comunicación, que la Agencia EFE -que también cubrió la feria- no vende sus fotos y que la feria no era un evento público.
Toman fotos de mi cara colgadas en mis redes sociales y empiezan a distribuirlas para que nadie acepte que le haga una foto. Aseguran que diversas ferias han acordado denegarme la acreditación como periodista y que la organización de Expomanga ya me ha denunciado.
La bola crece hasta el punto de que hay personas que aseguran haberme visto en ferias a las que no fui, que ya he tenido el mismo problema en otros eventos similares, que estoy vetado en otras ferias o que llevo quince años vendiendo fotos de cosplayers “para lucrarme”. Niegan la mayor y dicen que mi agencia no es un medio de comunicación sino un banco de imágenes, y que si no borro las fotos es porque no quiero. Por más que les insisto que, aunque quisiera, yo no puedo borrar una foto subida a la línea de la agencia, nadie me quiere creer.
Apenas tres o cuatro personas se ponen en contacto conmigo para conocer mi versión, y de esas solo una dice entenderme y me pide disculpas por lo que estoy pasando. El resto prosigue con esperpentos.
Que si no soy periodista, que si las fotos no las hago con fines periodísticos, que sacar a la gente comiendo no es periodismo, que si tenía que haber avisado -cosa que hice a todo aquel que preguntó-, que si una noticia a los seis meses ya no es noticia… De repente para todo el mundo está clarísimo todo y debería tener ya como un centenar de denuncias.
Finalmente los que han ido a denunciar reciben una negativa: aquello que he hecho es mi trabajo y es legal. No les gusta esa respuesta, y empiezan las amenazas: “Le voy a estampar la cámara en esa sonrisa”, “comprad un hacha y la próxima vez ya sabéis”, “¿alguien quiere contratarme para matarlo?” Como dijo un compañero, tendré cuidado, no sea que quieran lincharme con sus espadas de papel maché.
Dicen que se me va a caer el pelo -el poco que tengo- en la próxima feria a la que vaya. Pero, ¿alguien cree de verdad que hay dinero en el mundo para que yo vaya a cubrir otra de estas ferias? ¿De verdad pensáis que algún compañero va a acudir a una de estas ferias?
Para colmo, más de una semana después me llama una persona que dice ser de la organización, pero a pesar de ello no sabe qué agencia me acredita, no sabe cómo funciona el periodismo, no sabe nada. Pero una cosa sí sabe: que la gente afirma que estoy vendiendo las fotos a título personal.
Finalmente, como no podía ser de otra forma, no pasó nada. Recibí únicamente un correo electrónico de un despacho de abogados en el que pedía -con un folio escaneado- que borrase las fotos o me iba a enterar.
En fin... una demostración mas de como se puede linchar a alguien en redes sociales. Por suerte para mi el colectivo cosplayer es limitado y la cosa no pasó a mayores, pero resultó alucinante como la cosa se empezó a agigantar y autoalimentarse, creando su propio ecosistema. Habia un hilo muy interesante en el que una chica decía que no me iban a dejar entrar en mas ferias, de ahí salió otro comentario diciendo que el estaba trabajando para que me banearan de una feria de Jerez (creo) y al poco otro salió diciendo que el año pasado en Jerez (creo) estaba baneado porque el año anterior la había liado. También hubo otra chica que dijo que yo le había hecho fotos a una amiga suya en mi estudio (ojala tuviera) y que cuando le pedí hacer fotos en lencería y ella se negó o eche del estudio a la chica (flipante). Y así hasta el infinito. En fin... que mucho cuidado ahí fuera.
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