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¡Mierda, otra vez la ISO!

Me robaron la cartera (Epílogo)

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Me han robado la cartera (Parte I) , Me han robado la cartera (Parte II), Me han robado la cartera (Parte III) y Me han robado la cartera (Parte IV y final).

EPÍLOGO
Para los que pedíais no dejar la historia así, os contaré el final
A las cuatro de la tarde de ayer, en el lugar acordado, aparecieron dos lindas muchachas que se sonrieron al ver una cara que les resultaba familiar. Claro, ellas me habían visto en el DNI. Sin embargo, yo llevaba media hora allí, intentando elucubrar quién sería la misteriosa desconocida.

Eran de esas personas de las que, una vez te presentan, es como si las conocieses de toda la vida. Tras las presentaciones y mientras me conducían al lugar donde tenían el coche aparcado, me contaron la historia que yo no vi.
Paseaban por Chueca, cuando vieron a alguien recoger una cartera del suelo y, tras comprobar que no había nada de su interés, la volvió a tirar al charco ponzoñoso del que la había cogido. Sorprendidas ante la actitud del individuo, recogieron la cartera del suelo, salvando su contenido y tirando el envoltorio, dado su asqueroso estado.

Una de ellas, paisana mía para más inri, reconoció las tarjetas de la seguridad social y la dirección del DNI como malagueña, por lo que supo que no tenía sentido tratar de enviarla a Málaga, pues yo no vivo allí. Siguiendo con su particular investigación y en ausencia de cualquier número de teléfono o referencia a familiares o amigos, llegaron a la mencionada tarjeta de suscriptor de Canonistas. Probando a introducir esa dirección en el navegador, llegaron al foro, contactando así con su administrador. El resto de la historia, ya la conocéis.

Intenté recompensarlas invitándolas a comer, pues a la hora que era, todos veníamos de trabajar y con más hambre que el perro de un ciego, pero el cansancio y el flagrante calor de la sobremesa madrileña, pudo más que todo eso. Así que quedamos en salir alguna noche de parranda y en un millón de gracias por todas las molestias que se tomaron. Definitivamente, se ganaron un amigo por aquí

Y enfilé el tren, con una sensación de buen rollo que hacía tiempo que no sentía. Alegría de saber que hay gente dispuesta a poner su granito de arena, para no dejar en bragas a un desconocido. Y alegría de contemplar lo bonito de venir de lejos, encontrar una persona especial y sentar la cabeza. Que, al fin y al cabo, es lo que muchos emigrantes buscamos ¿no? Una vida mejor, en todos los sentidos.

Llamé a mi amiga -que compartió aquella noche en comisaría conmigo- y nos pasamos toda la tarde bajo un árbol, en el Retiro.

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