Hola, amigos canonistas,
¿Que levante la mano el que no ha sufrido en sus carnes la decepción de enviar una foto a imprimir y ver el desastre que le han hecho?
Si te sientes identificado con ese problema, te invito a que sigas leyendo.
Más de una vez me he encontrado con amigos que me han dicho: "no lo entiendo, hay veces que convierto de RGB a CMYK y me queda perfecto. Sin embargo otras veces me queda fatal y no sé el por qué".
Afrontar una cuestión como esta no es fácil, por eso voy a intentar atacarlo desde un punto de vista sencillo, llano, sin entrar en tecnicismos innecesarios siempre que sea posible. Pero un mínimo de datos habrá que aportar.
Todos sabemos que nuestras cámaras de fotos generan archivos basados en 3 colores primarios conocidos como RGB, iniciales inglesas para denominar el rojo, verde y azul.
También sabemos que los monitores donde visualizamos y trabajamos esos archivos funcionan con esos mismos colores básicos, RGB. Y sabemos que las imágenes se ven de maravilla en ellos, sobre todo si son de buena calidad y están bien calibrados.
El problema viene a la hora de imprimir esas fotos.
La inmensa mayoría de dispositivos de impresión fotográfica no utilizan colores RGB (esto lo matizaremos más adelante). Para imprimir sobre materiales como el papel es necesario cambiar el chip, es decir, las tintas y por eso se trabaja con los 4 colores primarios y básicos que son el CMYK, iniciales inglesas para denominar al cyan (un azul no muy oscuro), magenta (un rosa-fucsia saturado), amarillo y negro. Esto está establecido así desde tiempos inmemoriales…. Y así continúa.
Resulta curioso pero el sistema CMYK es más antiguo que el RGB de modo que venimos arrastrando cierto lastre de manera histórica.
Hoy en día disponemos de impresoras con calidad fotográfica que mejoran el CMYK básico incorporando colores paralelos que ayudan a mejorar los tonos intermedios. Estoy hablando de tintas cyan claro y magenta claro, así como varios tipos de tinta gris. Además de esos colores, los equipos más avanzados pueden llegar a incluir tintas rojo, verde y azul en ciertos modelos o tintas naranja y verde en ciertos otros.
En cualquier caso, el objetivo primordial es el de ofrecer sobre un papel la mayor gama de colores posible. El CMYK básico ha sido ampliamente superado pero… ¿Qué pasa si comparamos este moderno CMYK con algún RGB?
Ese es el quid de la cuestión.
Veamos algunos ejemplos gráficos.
En la foto anterior podemos ver las diferencias entre los espacios de color AdobeRGB, el más grande y en modo transparente, comparado con el muy utilizado sRGB.
Aquí vemos la comparativa entre el sRGB y el espacio de color CMYK (el de las imprentas) de referencia hoy en día, el FOGRA 39.
Está claro que esos dos espacios de color tienen zonas comunes de solapamiento. Todos aquellos colores del espacio sRGB que se encuentren en la zona de intersección de ambos, serán impresos correctamente por cualquier imprenta que se base en el estándar FOGRA 39.
Del mismo modo, todos aquellos colores del espacio AdobeRGB que sean comunes con el sRGB serán reproducidos fielmente en un monitor dado.
Dicho de otro modo, todos aquellos colores del espacio de origen que estén dentro del alcance del espacio de destino, podrán ser reproducidos sin problemas.
Pero también, todos aquellos colores del espacio de origen que NO estén dentro del alcance del espacio de destino, NO podrán ser reproducidos de manera alguna.
En este caso, toda esa gama de colores se va a perder irremediablemente.
Cuando mi amigo me decía que unas veces le salían bien las conversiones de RGB a CMYK y otras no, estoy seguro que era por la gama de colores que tuviera la foto a convertir.
Si la foto RGB no tiene colores muy saturados (estos colores estarían hacia el centro del espacio de color) siempre existirá un color equivalente en el espacio de destino y por tanto esa conversión va a ser excelente.
Si por el contrario la foto RGB tiene colores muy saturados (estos colores quedarían hacia los extremos en el perfil de color) no existirá ningún color equivalente en el espacio de destino y por tanto no los va a poder mantener intactos. Este es el caso que nos trae de cabeza y que supone un cambio considerable en la foto impresa en CMYK respecto de como la vemos en pantalla con su espacio RGB.
Entonces ¿Qué hacemos?
Para empezar, hay que ser conscientes de que hay cosas imposibles y no debemos echar la culpa a nadie por ello. Las imprentas y los laboratorios fotográficos tienen sus limitaciones. No es fácil lidiar con material que duplica, cuando no triplica, la gama de colores que ellos son capaces de plasmar sobre un papel.
El fotógrafo ha de ser consciente de ello y DEBE conocer los inconvenientes. Solo así podrá preparar sus documentos para obtener el máximo rendimiento en un dispositivo de salida concreto (impresora).
Tanto la imprenta como el laboratorio deberían de proporcionar al fotógrafo los perfiles de sus equipos de impresión. De este modo seríamos nosotros los que llevaríamos a cabo la conversión desde nuestro perfil de origen (AdobeRGB o sRGB) al de destino. Es decir, seríamos capaces de anticiparnos al disgusto antes de que nos impriman la foto y, lo que es mejor, podríamos escoger el modo en cómo queremos convertir nuestras fotos desde el espacio RGB hasta el de destino, por que no existe un solo modo de hacerlo.
Hay 4 opciones para pasar de un espacio de color a otro:
1- Perceptual
2- Saturación
3- Colorimétrico relativo
4- Colorimétrico absoluto
Estos métodos están disponibles tanto para ir de RGB a RGB, de RGB a CMYK o CMYK a CMYK (por que aunque no lo parezca no existe un único espacio CMYK):
El primer método, Perceptual, es conocido también como el método fotográfico. Es una conversión que prioriza la progresividad de los tonos y degradados por encima de la fidelidad del color. Usando este método, rara vez nos aparecerán saltos en los colores por falta de continuidad en los tonos. Es el método establecido por la norma ISO 12647, la que define las condiciones de impresión OFFSET y pruebas de color certificadas.
El segundo método, Saturación, es utilizado en casos muy concretos. Esta conversión prima la saturación de los colores aunque ello implique alejarse del tono más próximo. Si tuviéramos que convertir una gráfica creada en Word, Excel o PowerPoint que trabajan en RGB, hasta un espacio CMYK podría ser una buena opción ya que buscamos colores vivos, más que reales.
El método Colorimétrico relativo es muy utilizado por que mantiene la más alta coherencia entre aquellos colores del espacio de origen que tienen correspondencia en el de destino. Los deja tal cual, sin cambio alguno. El problema es que todos aquellos que están fuera de su alcance, se los cepilla, literalmente. Por eso es el mejor perfil para fotos con colores no muy saturados. Conviene hacer visualizaciones previas para detectar dónde puede estar cambiando los colores. Photoshop dispone de herramientas para ello.
Por último tenemos el Colorimétrico absoluto. Este perfil es utilizado únicamente como perfil de impresión. En líneas generales trabaja como el Colorimétrico relativo pero modifica los colores en base al blanco del papel. De este modo un equipo de pruebas de color, puede emular papeles con tonalidades distintas sin tener que cambiar de soporte. En nuestro caso no lo usaremos jamás.
Sigamos adelante.
Cada vez se imprime más en lo que se llama "Impresión digital". Este concepto abarca una amplia gama de equipos que utilizan tecnologías bien distintas para imprimir. Desde laboratorios con procesos químicos, pasando por impresión láser en base a toner y hasta equipos con sistemas de inyección de tinta. Cada uno con sus ventajas y cada uno con sus inconvenientes. Algunos de esos equipos utilizan tecnología de impresión RGB en lugar del CMYK. Sin embargo no hemos de dejarnos impresionar por sus siglas sino por los resultados que se obtengan con ellos.
Vamos a ver una pequeña comparativa de esto que comento.
En la imagen anterior podemos ver un espacio sRGB comparado con una impresora fotográfica RGB Durst Lambda.
De inmediato vemos que sus posibilidades son muy limitadas a la hora de cubrir el espacio de origen, de modo que muchos van a ser los colores que se pueden quedar en el camino.
En esta comparativa vemos el mismo sRGB comparado con una EPSON Stylus Pro 4900.
Este caso es curioso por que el gamut de color que puede pintar esta máquina es, en muchas zonas, muy superior al espacio sRGB. Tanto es así que nos atrevemos a dar una paso más y compararlo con el AdobeRGB.
Es obvio que no lo cubre. El AdobeRGB sigue siendo un espacio enorme comparado con lo que podemos imprimir, pero la cosa está evolucionando mucho.
Tanto es así que en estos momentos, la gama de colores que permite un equipo como la Stylus Pro 4900 es muy superior, en líneas generales, al de una Lambda, como podemos apreciar en la imagen anterior.
Pero al igual que en otros ámbitos de la vida, la potencia sin control no vale para nada. Disponer de un equipo con unas posibilidades tan grandes no sirve de nada si dicho dispositivo no está correctamente calibrado para que los colores resulten fieles. Al igual que un monitor calibrado, las impresoras han de ser caracterizadas para que imprima no solo una muy extensa gama de colores sino que dichos tonos sean fieles al original. Y eso es mesurable por que existen herramientas para ello.
Pero todavía nos queda hablar de otro punto vital para triunfar en esta batalla. Las condiciones de observación.
Un monitor es un dispositivo que emite luz.
Un papel impreso no emite luz, la recibe.
Hemos de conseguir que la luz emitida por el monitor y la recibida por el impreso sean iguales a nivel de temperatura y de cantidad.
Si el monitor está ajustado a 5000ºK de temperatura del blanco y el papel lo iluminamos con una luz de 9000ºK ó de 3000ºK no estamos siendo coherentes y la comparación entre el impreso y lo que vemos en pantalla no será justa. Para esto también existen normas y herramientas para controlarlo.
Si se trabaja siguiendo una cierta coherencia, los resultados son magníficos.
Ruego me perdonéis por semejante tocho y espero, al menos, haber aclarado un poco las cosas.
Un saludo.
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