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Tema: El desierto es el oceano del mar

  1. #1
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    Thumbs up El desierto es el oceano del mar



    EL DESIERTO ES A LA TIERRA LO QUE EL OCEANO AL MAR.

    Hace muchos años durante una entrevista al gran César Manrique, con ocasión de estar llevándose a cabo parte de su proyecto en Lanzarote, la periodista le preguntó si “ante la desolación de la isla no encontraba más atractivo un paisaje alpino”. Y él le respondió “hay más fuerza telúrica, más energía y más vida en estos parajes que en ningún otro lugar. Los paisajes alpinos me parecen un merengue empalagoso al lado de esto”. Creo que nadie lo ha expresado mejor ni puede resultar más cierto. Esa fuerza y esa magia de la desolación no puedes hallarla en ninguna otra parte. Pese a la cacofonía, lo llamo “la fascinación de la desolación”, porque te convierte en otra persona y no te irías nunca. Permanecerías errante como los nómadas, hasta que no pudieran sostenerte los piernas. Pero lo antedicho no se queda sólo en Lanzarote, afortunadamente están los desiertos.

    Si me preguntas el porqué de ese magnetismo no sabría decírtelo con precisión, pero lo relaciono directamente con la libertad y el espíritu aventurero. De joven hice navegaciones oceánicas, me chupé durante una semana el huracán Glorys, crucé Las Bermudas y El Mar de los Sargazos, y pese a la soledad de la mar océana, y al embrujo de las luces del sol y de la luna filtrándose a través de anillos concéntricos de nubes, y bla, bla, bla, nunca he experimentado la sensación de libertad y aventura como en los desiertos clásicos, sean de arena, de polvo, de piedras…

    No encuentro palabras para describir lo que experimenta un rutero 4X4 o un motero, cuando cruzan libremente y exploran esas inmensidades sin tener a la vista un sólo vestigio de civilización. Hay lugares donde encuentras un grupito de casas, o un pequeño palmeral, o un collado, en donde todo es como hace dos mil años. Eso me emociona de tal manera que creo estar soñando. Conoces a personas sin malear, con el encanto de la ingenuidad y la sencillez, felices siendo pobres. Y sientes vergüenza de ti mismo. Luego afrontas planicies inmensas en las que destacan montañas bellísimas y vas con la vista como un ave, a donde quieres. Te paras asimismo donde quieres y haces lo que te apetece. Puedes seguir wadis secos a lo largo de muchos kilómetros, y también clavarte un montón de veces en los arenales o en el fesh-fesh. Pero sigues adelante o tomas otra dirección. No te cansas nunca, siempre hay algo nuevo que ver, una montaña con otra perspectiva; unas piedras rarísimas; zorros, ratas, y animales nocturnos; insectos y aves; ofidios; fenómenos ópticos incluidos espejismos. Lo que sea, siempre que no haya nada a la vista que te recuerde en qué año estás viviendo.

    Cuando viajas así es como si fueras el primer ser humano que pone la rueda en el lugar, ves parajes que parecen salidos del principio del mundo, sólo faltan los dinosaurios. Hay montañas requemadas por el sol y pulidas por la arena. Negras, rojizas, ocres, de mil tonalidades. Y la inmensidad, tus ojos abarcan 360º de inmensidad y soledad, y eso es demasiado. Te sientes explorador y dueño, nada hay que te recuerde la “civilización” de la que huyes. Nadie te dice por donde debes ir ni hay muros, ni vallados, ni marca alguna que te indique nada. Esa sensación de lo remoto hace renacer tus atavismos y “te sientes de allí”. Sólo necesitas comida, agua y combustible, no echas de menos nada y muchas cosas comienzan a estorbarte. Pierdes la noción del tiempo, de tu condición y de tu edad. Eres como un joven de veinticinco años lleno de fuerza y de ganas de conocer un mundo perdido, sin prisa por regresar. Envidio a los aventureros como Lawrence y a los exploradores como Burton. Su gloria es mayor que todos los tesoros de la tierra juntos.

    Dicho esto hay grandes desiertos en el continente americano y otros lugares. En Australia están los de mayor extensión. El Polo Sur es un desierto helado. Y tienen grandes atractivos, sin duda. Pero ¡Ay! A esos desiertos les falta lo esencial, el toque de gracia sin el cual algo no termina de cuadrar ¿Lo adivinas? Un simple turbante. Para mí un desierto "sin turbante" es como un jardín sin flores. Lo dice un viejo proverbio árabe “para saborear un té es preciso llevar el turbante puesto”.
    Última edición por ali babá; 04/01/16 a las 00:28:47 Razón: omisiçon
    alí babá

  2. #2
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    Predeterminado

    ¡¡¡Qué buen relato!!!.
    Mi equipo:

  3. #3
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    Predeterminado

    Sí, da gusto una narración interesante y que te haga soñar.

    Desiertos hay muchos y diversos. Desde excepcionales desiertos en las altas montañas, hasta inhumanos desiertos urbanos repletos de soledad y personas sin nombre... pero ese sería otro relato, ¿verdad?
    Canon 1D mark II, Sony NEX C3 y Olympus OM4-Ti. Canon EF 50 f1.4 USM, Sigma 400 f5.6Apo-Telemacro y objetivos manuales Zuicos y Tamron SP

  4. #4
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    Predeterminado

    Me he imaginado lo que describes, algún día no se si de viejo o aún joven tendré que experimentar eso. Es biblico, por algo al desierto lo llaman el crisol en cuál uno mismo se somete a la purificación interior...

    Imagino lo brutal que debe ser por ejemplo ya no en vehículo si no en algún animal como camello, dromedario o a caballo.
    Mi novia tenia un coche igual.. bueno, no era suyo era de su padre. Y no era mi novia , era una vecina que dejaba las cortinas abiertas

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