Este simpático vecino alado siempre rondaba el jardín de mi refugio hace cinco años y no dejaba de sorprenderme con sus formas y costumbres. Aquí le tengo en el alfeizar de una de las ventanas asomándose al interior con esa luz del atardecer poniendo su toque mágico.

Es uno de los retratos mas personales, de los muchos, que tengo de el y su prole, y que al final, solo es una pequeña muestra mas de los animales en su estado natural cuando nosotros formamos parte de su entorno.



Canon EOS 40D con el Sigma 150-600 Sport a 600 milímetros.

Apertura f/7.1, velocidad de exposición 1/400 e ISO 400.